lunes, 4 de marzo de 2013

EL VALEDOR DEL VALEDOR DEL CAMINO

El autor de estos escritos es don José Antonio de la Riera Aután, expresidente de la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago, AGACS  y peregrino de largo recorrido. Durante su presidencia en la institución gallega la figura de don Elías tomó un nuevo vigor, en su nombre se emprendió acciones en la defensa del Camino de las agresiones consentidas, amparadas por las mismas gentes que lo debían defender, solicitándose  incluso la retirada del Camino e las listas de la UNESCO del Patrimonio de la Humanidad, ya que sus celadores no obraban en consecuencia a su legado, la preservación de  su patrimonio, una acción que sirvió de revulsivo.
Igualmente se editaron varias publicaciones en torno a su figura, recopilatorios sobre su obra destacándose la reedición en facsimil de los Boletines del Camino de Santiago, cuya presentación en el Cebreiro constituyó un homenaje a su figura y una recuperación del patrimonio no tangible del Camino de Santiago.



Ya que estoy en ello – y me lo pide el cuerpo, y además me importa un carallo – reproduzco aquí lo que ya expresé en público en conferencias en Madrid y Santiago de Compostela. Hay para todos, para la Administración Pública también, pero antes voy con otra “gente”. Uno siempre cree que hay que ir de frente, sobre todo cuando las convicciones (y lo que se ha vivido) son las que son. Y porque la indignación a veces supera todo lo previsible. Uno tiene, además, anchos hombros y paso largo, y hay cosas por las que no paso. Se siente. Y se dedica, muy expresamente, a la cantidad de “personal” que cree que las flechas amarillas llegaron en el papamóvil o que Manuel Fraga instaló una nueva Jerusalén en el Monte del Gozo en lugar de una ciudad-tanatorio.
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Las preguntas están en el viento, el viento del Camino, y las respuestas también. Pero dejamos dicho que debemos acercarnos al momento en que se produjo el estallido del Camino en los tiempos modernos, el inicio del glorioso renacimiento actual, para intentar acercarnos a esas respuestas. Y debo hacerlo en román paladino, así caigan chuzos de punta o amenazas de lapidación.

Hay quien dice, y son generalmente fuentes interesadas, que el renacimiento actual del Camino se debe a factores objetivos, generados básicamente por la actuación de la Iglesia y de las administraciones públicas. Nosotros, que vivimos intensamente ese renacimiento, estamos firmemente convencidos, también por factores objetivos, de que no ha sido así en absoluto, de que mienten como bellacos y de que nada más lejos de un fenómeno que estalló a años luz de cualquier institución oficial, del tipo que fuere.

I EL RENACIMIENTO DEL CAMINO Y EL PAPEL DE LA IGLESIA

Esas fuentes hablan de las visitas de Juan Pablo II a Compostela como factor fundamental. Hay que decir que la visita del Papa en 1982, con un brillante discurso convocando a toda Europa a Compostela, reforzó sin duda alguna el prestigio de la meta, pero que para nada se vio reflejado en el Camino y la peregrinación tradicional. Más incidencia tuvo su segunda visita en 1989, pero para entonces ya se había producido el milagro.

Porque el milagro del renacimiento del Camino de Santiago en los tiempos modernos, surgió de las propias entrañas del Camino, del empeño de una serie de hombres que decidieron reavivar los humildes rescoldos de la vieja llama casi extinguida del Camino de Santiago. Llama que había sabido ver hasta el propio Álvaro Cunqueiro, que en un destartalado seiscientos había recorrido un Camino abandonado a su suerte en los años sesenta. Hombres como René de la Coste Messeliere, George Bernés, Francisco Beruete y, sobre todo, Elías Valiña desde las remotas montañas de su Cebreiro. 

Elías fue el brazo armado, la mente que empuja, el gigante que subió a sus hombros el peso entero de siglos de historia para lanzarlos como un misil hacia el futuro. Moliendo kilómetros, sin horario, compulsivamente, el pequeño cura de O Cebreiro aparecía en el Camino a las horas más intempestivas señalizando, espabilando conciencias, coordinando acciones en aquel estrambótico GS blanco o en la mítica mesa de madera de San Giraldo de Aurillac, bañando de amarillo las ruta que repasaba una y otra vez sacando tiempo de donde no lo había. 

Según su sobrina Pilar: “estaba permanentemente abierto para todo el mundo, no tenía horas de despacho para el Camino, estaba permanentemente abierto, las 24 horas. Él de nada hacía mucho, hacía la vida fácil a todo el mundo, repartía juego pero cargaba personalmente con los mayores trabajos, era increíble. Todo el mundo que estuvo con el aprendió mucho, pero muchísimo” 

Nada refleja mejor el carácter de Valiña y como se desarrolló lo que hemos denominado “milagro del renacimiento del Camino”, que la siguiente anécdota que cuenta Antón Pombo en un artículo publicado en nuestra revista Libredón, con motivo del XX aniversario del fallecimiento de Elías. Antón, ex presidente y fundador de nuestra asociación, doctor en historia y, actualmente, uno de los mayores expertos europeos del Camino de Santiago, era entonces estudiante en Compostela y habitante de esa especie de repúblicas libertarias que eran entonces los pisos de estudiantes. Él había colaborado activamente con Elías en varias ocasiones, pero ni se imaginaba lo que le esperaba cuando, en mañana de resaca colectiva presidida por un poster de Johnn Lennón y lemas de “haz el amor y no la guerra”, llamaron al timbre en horas tempranas. 

Era el cura de O Cebreiro que, indiferente al caos que reinaba en aquella casa, se dirigió a un Antón patidifuso en estos términos:

"Hola Antón, vengo con mucha prisa, pero quería que me contaras como van tus gestiones para crear la asociación de Amigos del Camino en la Provincia de Coruña.

Desde luego, apunta Antón, no sé si algún día yo le había prometido algo así, pero del asunto no me acordaba ni remotamente, y además: ¿qué íba a hacer un estudiante de 3º curso de Historia en una ciudad con tantas autoridades, eclesiásticas y civíles, profesores de tanto prestigio y con tanta fauna intelectual al por mayor. Esto, más o menos, es lo que le dije como respuesta a Valiña, señalándole que mejor sería que se pusiera en contacto con alguien del Cabildo catedralicio, de la Universidad o de la Mafia neotemplaria, ¡ yo qué sé!

-No, con esos no hay nada que hacer –me contestó muy serio- esta asociación la tienen que montar los peregrinos entusiastas, la gente que conoce el Camino y que lo quiere de verdad, gente joven como tú. Así que hazme el favor de crear la asociación de una vez, que ya tenemos muchas en el Camino comprometidas, y no puede ser que donde está Santiago no haya nada."

Pronto, el trabajo de Elías se reflejó en dos hitos fundamentales para el Camino: la aparición de la mítica guía roja de Everest y el comienzo de la publicación de los no menos míticos Boletines del Camino de Santiago, ambos en 1985. Tanto la guía como los Boletines fueron auténticos misiles que, viajando por toda Europa en las mochilas de los peregrinos, proclamaron la nueva de un Camino renacido. Y aquí están las estadisticas que van demostrando, paso a paso, todo lo que estamos reflejando, `precisamente desde ese importante año 1985:

1985, 619 peregrinos- 1986, 1.800,-1987, 2905 - 1988, 3.051- 1989, 5.760 (visita del Papa)- 1990, 4.918- 1991, 7.274- 1992, 9.764. 

Y aquí, justo antes de 1993, nos detenemos. Las estadísticas reflejan claramente que, ni siquiera las visitas del Papa aportaron nada especial a la peregrinación tradicional a Compostela. Que fue un boca a boca, lento pero implacable, surgido de las propias entrañas del Camino de Santiago, lo que produjo ese milagro en plenos años ochenta.. Pero estábamos con el protagonismo de la Iglesia y, muy particularmente, de la Catedral de Compostela en este renacimiento de la peregrinación. 

Estamos en condiciones de decir que su participación fue prácticamente nula, que todo se les fue en arquear el entrecejo cuando vieron entrar en Compostela a los nuevos peregrinos de un Camino renacido, instaurar burocracias, hacer pucheros, ponerle puertas al Campo mientras los peregrinos les llevaban noticias de los amaneceres de Estella, de los atardeceres junto a la Cruz de Ferro, del lecho de paja en la humilde palloza de O Cebreiro y de extrañas señales de reconocimiento en formas de flechas amarillas. Se les vimo encima, ni lo esperaban ni mucho menos esperaban a los peregrinos de un Camino renacido. Todo su empeño se fue en blindar la meta, ignorando en absoluto el Camino y, mucho más aún, ignorando también que por él se estaba acercando a Santiago lo mejor de la nueva Europa.

Valiña, con su olivetti, tecleando los Boletines en las duras noches de O Cebreiro, sin luz muchos días y sin teléfono todos ellos, hasta el punto de tener que alquilar una habitación en Pedrafita para poder confeccionarlo por la noche, nos da noticias preciosas, como la petición por carta a Rouco Varela, arzobispo a la sazón, fechada el 5 de febrero de 1986, solicitando un albergue de acogida para los peregrinos en Compostela. Extractamos lo siguiente, que da una idea clara de la ausencia total de implicación de la catedral compostelana en todo lo que se refería al Camino de Santiago::

“ ... si están mojados ¿donde se secan?, si tienen frío ¿dónde se calientan?... aunque sea humilde, el peregrino necesita su casa. Si esto lo pueden hacer muchas parroquias del Camino, ayuntamientos, etc... con mucha más razón ese Arzobispado debe ofrecer un digno refugio a los peregrinos que, de todas las nacionalidades llega a la tumba del Apóstol”

En las frases de Valiña se denota tristeza e indignación contenida y, también, cierta ingenuidad. No entendía que si el más humilde pueblo del Camino ofrecía lo que podía a los peregrinos mientras Compostela, la Jerusalén de Occidente, les volviera despectivamente la espalda.

La respuesta de Rouco Varela, fechada el 22 de febrero, fue antológica, digna de un manual de diplomacia de corredoira. Recuerda mucho la conversación entre otros dos gallegos, el general Franco y el cardenal Quiroga Palacios, al respecto, en aquellos tiempos, de una posible visita del Papa y la ampliación urgente del aereopuerto de Lavacolla. El cardenal urgía a Franco a comenzar las obras de inmediato:

- ¡ Excelencia, qué viene el Papa

- Eminencia: ¿Y si no viene?

- Arre Carallo: ¿Y si viene?

Cuentan las crónicas que estuvieron así cuatro horas, hasta que recibieron recado de chocolate con picatostes

En la misma línea, Rouco Varela, le contesta así a Valiña, entre otras generalidades: :

Pido al Apóstol que nos alcance el don de una conciencia viva que urja la mejor atención al peregrino y mueva las iniciativas necesarias para proporcionarle la acogida conveniente, superando los handicaps que supone el riesgo de la empresa y lanzándose a ella con decisión ilusionada

Es decir, humo, y no preciamente de botafumeiro. Como muchos sabéis, 24 años después y cerrado el albergue provisional y semafórico del Seminario Menor, Compostela y su catedral no ofrecen albergue alguno a los peregrinos, salvo algunas iniciativas privadas, Pero la cosa aún fue a peor siguiendo la afamada ley del Sr. Murphy. Los dos primeros números del Boletín del Camino de Santiago del párroco de O Cebreiro se publicaron en la Delegación Diocesana de Enseñanza de Santiago de Compostela. Pero una orden tajante del canónigo delegado de las peregrinaciones, Don Jaime García, prohibió terminantemente que el Boletin se imprimira allí dejando toda la iniciativa en precario. La respuesta de Valiña, en el propio Boletín, fue escueta: “Es lamentable”.

Y frente esa postura oficial de pasotismo y desprecio, el heroísmo y el compromiso de algunos párrocos: el propio Valiña en O Cebreiro, José Ignacio Díaz primero en Viloria de Rioja y luego en Grañón, José María Alonso Marroquín en San Juan de Ortega...

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Para los que olvidan... y para el Cabildo compostelano (sin acritud pero con ganas):
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El hombre que encendió la gran hoguera del Camino en los tiempos modernos: Don Elías Valiña Sampedro,

Tal vez muchos jóvenes peregrinos, y a ellos van dirigidas fundamentalmente estas líneas, desconozcan la figura de Elías y lo que significó para el Camino de Santiago. Acaso sólo su busto, que aparece difuminado en una escultura junto a las brumas de Santa María do Cebreiro, les haya llamado la atención, apenas como un souvenir más de la antigua aldea, hoy al borde de ser un parque temático de no se sabe muy bien qué. Pero es posible que, como siempre, hayan sido los más curiosos de estos jóvenes peregrinos, los que nunca faltan y siempre buscan, los que se hayan preguntado por la curiosa inscripción en latín que figura en una humilde tumba de la iglesia. Y, acaso, les haya llamado la atención uno de los títulos que distinguen a la persona que allí descansa: “hermano y amigo de todos los peregrinos”. Esos peregrinos, los que buscan y siempre encuentran, habrán dado con la perfecta definición de lo que fue Elías: un hermano y un amigo de todos los que, amarrados a su bordón, recorrían un camino renacido al borde de un milenio. Y es que el pequeño párroco de O Cebreiro fue el principal “culpable” del renacimiento actual de las peregrinaciones jacobeas. Vivió el Camino como un sueño y un compromiso personal que llevó hasta sus últimas consecuencias. Y tal vez su historia (y su leyenda) contada a los jóvenes peregrinos que se incorporan a un Camino renacido, se resuma precisamente en eso, en la lucha cotidiana, sin cuartel y sin tregua (Elías no hacía prisioneros) en búsqueda de un sueño nacido entre las remotas brumas de una aldea perdida que dormía junto a un Grial, no podía ser de otra manera.

El sueño del Camino de Santiago se resume en un pequeño cura armado de botes de pintura amarilla, conduciendo estrafalarios automóviles, preparando invasiones, movilizando conciencias, espabilando almas dormidas, apostrofando autoridades inanes, despertando la antigua ilusión: un Camino abierto y libre para todos, un Camino al alcance del más humilde de sus peregrinos, una autopista de tierra por donde, de nuevo y como en los siglos, transitara lo mejor de la vieja Europa buscando una tumba en los confines del Finisterre. Pero... ¿un pequeño cura? En aquella alma cabía todo un Camino. ¿Cómo un hombre con su bagaje intelectual, se encierra durante años en una pobre aldea en los más remotos confines de Galicia, la levanta prácticamente con sus manos y, desde aquellas soledades, se lanza a una de las más bellas aventuras que haya realizado hombre alguno a finales de la pasada centuria?, ¿quién era Elías?, ¿qué era aquello que movía al pequeño párroco de O Cebreiro, que conmocionó a todos los que le conocieron y que le convirtió en uno de los más extraordinarios personajes que ha producido la Galicia del siglo XX, por más que haya sido olvidado por muchos?

Pasión, alma y una voluntad de hierro. Todo ello llevado con una sencillez que han reflejado los que han compartido con él aquellas interminables veladas junto al fuego de O Cebreiro, donde todo peregrino tenía a su alcance y recibía la atención personal de Elías. La misma sencillez con la que llenó el Camino de esas pequeñas balizas, las flechas amarillas, que jalonan ya todos las rutas que llevan al occidente. Pasión, alma, voluntad, sencillez... no otra cosa son los valores que más deslumbran a pie de Camino. Pero, ¿algo más? Sí, el sentido de universalidad y fraternidad que tenía Elías. Tuvo la visión suficiente – y la inteligencia- para, desde lo local, desde lo más íntimo y escondido, saber transmitir – y en ello no se dio tregua- que la antigua llama, apenas una debil candela entre la bruma, había que convertirla en hoguera entre todos, supo enseguida que la recuperación física y espiritual del Camino de Santiago era una labor coral y supo también repartir juego. Entendió perfectamente la universalidad del Camino de Santiago.

Evidentemente para ello hacía falta carisma. Y él lo tenía por arrobas. Daba lo mismo ponerse el mono de trabajo para rescatar del olvido las piedras de su Cebreiro, que arrancar a cualquier punto del Camino para investigar un tramo que había caído en el abandono. Era tan importante hablar con quien fuera necesario, y en cualquier parte, para alentar la creación y el impulso de una asociación jacobea como sentarse a hablar con todo peregrino que pasara por O Cebreiro. Ellos fueron los primeros que dieron la noticia al mundo: el Camino estaba, de nuevo allí, como en los siglos, reluciente en siete soles, recien señalizado, esperando otra vez el paso de sus peregrinos en todas las encrucijadas, en las sirgas de Castilla, en las montañas, en los bosques profundos de Galicia. Ellos fueron sus mejores corresponsales. Elías editaba para los peregrinos un humilde Boletín del Camino, escrito a máquina en las madrugadas frías de O Cebreiro, que pronto viajó en las mochilas de los jacobeos por toda Europa. Y ellos hicieron pronto suyo el Camino, armados además con aquella mítica guía roja de Everest, uno de los misiles que el pequeño cura había lanzado al mundo. Carisma y pasión, voluntad e inteligencia.

Claro que, amigo, todo ello hay que imaginárselo sin “fax” alguno, sin correo electrónico, apenas sin luz, con los únicos medios que puede proporcionar el convencimiento, el coraje y la inteligencia. Después de atender sus parroquias, ayudar a los jóvenes de la comarca a encontrar trabajo, pelearse para que no le destruyeran su Cebreiro o para reconstruirlo con sus propias manos (que tanto daba), saltar a cualquier parte del Camino en su destartalado Citröen, mantener correspondencia cotidiana con mucha gente en toda Europa, el párroco de O Cebreiro se encerraba de madrugada en una pequeña pensión de Pedrafita para lanzar al mundo su Boletín del Camino de Santiago. Y todo ello manteniendo pulso abierto con mucha gente a la que se le debería caer la cara a cachos de vergüenza absoluta. Gente que le dejó en la más absoluta soledad (hubo quien, desde la Catedral de Santiago, prohibió tajantemente la impresión del humilde Boletín en la Delegación Diocesana de Enseñanza), hubo también quien, desde las propias asociaciones jacobeas que con tanto esfuerzo ayudó a crear, le hizo tirar la toalla y retirarse desolado a O Cebreiro en sus últimos momentos, pero no hubo absolutamente nadie que le hiciera apartarse un metro de su Camino. 

Hoy en día, cuando tantas medallas se reparten y tantos golpes de pecho se dan gratuitamente, a Elías no le calló absolutamente nadie, fue honrado, coherente y siempre de frente, Valiña fue premonitorio, en el Boletín hizo constar – en referencia a nuestros politicos-: “No nos apuremos. Ya que, como de costumbre, pronto lucharán denodadamente, despilfarrando dineros, en la tarea de convencer a Europa que han descubierto el Camino de Santiago”. Y también fue de frente y por derecho contra tanto fariseo incapaz de abrir un mínimo albergue para sus peregrinos en la propia Compostela, mientras los más humildes pueblos del Camino les abrían sus puertas, los mismos que ahora, a golpe de incienso y despendole de botafumeiro para soponcio de beatas de viaje low cost, llegadas en aeroplanos a la voz de ese horror llamado “turismo religioso”, hacen suyo un Camino que nunca entendieron ni mucho menos hicieron suyo. Y desde luego a Valiña, puro espíritu, tampoco lo hicieron suyo, era absolutamente imposible que lo comprendieran, siquiera de lejos.

Peregrino: estás ante una extraordinaria historia, rayana en el milagro. Por eso, cuando pases por O Cebreiro acércate a la humilde tumba de Santa María y recuerda en silencio al que fue hermano y amigo de los peregrinos. Y, también, al protagonista del último de los grandes milagros del Camino de Santiago, Elías Valiña Sampedro, párroco de O Cebreiro en las remotas montañas de Galicia, el extraordinario solista que supo hacer un coro, y también un milagro, junto al viejo Grial.

*Extracto del artículo en "Revista Peregrina", con ocasión del XX aniversario del fallecimiento de Elías. By José A. de la Riera.





1 comentario:

  1. Muy interesante la entrada, sobre todo para gente (peregrinos) noveles

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